El
charango es un
instrumento musical de orígen andino. Se cree que apareció en Potosí, (
Bolivia) en el siglo XVIII, como una adaptación indígena de la vihuela española. Posee cinco pares de
cuerdas, aunque hay variaciones con más cuerdas pero siempre en cinco juegos. La caja acústica es tradicionalmente hecha con la caparazón de un
quirquincho (especie de armadillo), pero exploraciones acústicas han dado auge a la madera. Tres son los tamaños más comunes: el walaycho (50 cm), el charango (60 cm), y el ronrocco (75 cm). Otros tamaños se dan como variaciones regionales, o debido a experimentos acústicos de ciertos intérpretes, conocidos como charanguistas, o de ebanistas conocidos como charangueros. Variaciones en tamaño van de la mitad de un walaycho hasta el de una guitarra española. En Bolivia, los artesanos del charango han desarrollado un gran número de diseños que varían de la esbelta forma en 8 hasta modelos estilizados y angulares, e incluso han desarrollado modelos similares a la
guitarra eléctrica. El charango tiene una trayectoria centenaria en
Bolivia y
Perú, aunque en décadas recientes ha ganado popularidad en la
Argentina,
Chile y
Ecuador. En tiempos remotos el charango se ejecutaba solamente dentro del folclor andino, pero la popularidad del instrumento se ha desbordado hacia otras formas musicales latinoamericanas e incluso europeas. Entre los grandes exponentes de este instrumento se encuentran Mauro Nuñez
[1], Ernesto Cavour
[2], Eddy Navía
[3], Celestino Campos, William Centellas
[4], Alejandro Cámara, Donato Espinoza, Florencio Oros, Clarken Orozco
[5], Fernando Torrico (ex-integrante del grupo
Los Kjarkas), Jaime Torres, Jaime Guardia
[6], y Fernando Guerrero entre otros.